Lo que cayó del espacio exterior

Un cuento de orugas…

Tenebris Ficta

En la primera noche de su viaje por el campo, entretanto calentaba su cena, un meteorito cayó en el interior del bosque. Entusiasmado por ser testigo de tal evento, y por su curiosidad científica, salió en su busca. De improviso, su expedición para hallar insectos (lo apasionaba la entomología) se convirtió en una oportunidad para investigar algo del espacio exterior. Después de todo, se especulaba que los aerolitos habían transportado las primeras moléculas orgánicas generadoras de la vida en el planeta.

Fácilmente localizó el sitio de la colisión: un enorme cráter, rodeado de árboles arrancados de raíz o consumidos por la fuerza del impacto. Una nube de humo y cenizas cubría el área, sin embargo, el fulgor de la roca resaltaba en la oscuridad.

Durante varias horas contempló fascinado el objeto estelar, y para el momento en el cual le fue posible acercase a él, no lo dudó ni un…

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Un triste relato desde el cadalso

¿Qué tan tristes serán los pensamientos de un muerto?

Tenebris Ficta

Por días he contemplado a la gente ir y venir por la plaza. Cuando se pasean junto a mí escucho sus conversaciones y los observo, incautos, mientras actúan como si yo no existiera. Ayer, un vagabundo defecó frente a mis ojos y la noche anterior un ebrio y una prostituta follaron debajo de donde me encuentro, en pleno suelo.

Recuerdo que cuando recién llegué a este lugar, todo el mundo me miraba asustado —ahora cubren sus narices con un gesto de repulsión en sus caras. Una vez, incluso, trajeron arrastrando ante mí a un niño para darle una lección; el pobre chiquillo huyó despavorido. Durante algún tiempo fui el tema principal de las conversaciones, el originador del cotilleo. Sin embargo, ahora me ignoran, me convertí en una simple incidencia en sus aburridas vidas; una como tantas otras.

En este momento, a los únicos a quienes les concierne mi presencia en…

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El día de la limpia

Cacería humana para mejorar a la sociedad.

Tenebris Ficta

No podía ver casi nada a través de la cortina de sangre que cubría sus ojos. Aunque ahora todo le daba vueltas y no escuchaba con claridad debido al golpe con el que había perdido el conocimiento, entendía muy bien lo que sucedía.

Con el dorso de la mano se enjugó los ojos, sin embargo, aun así, le era muy difícil distinguir sus alrededores; el sol brillaba con mucha intensidad reflejándose en todas las superficies que le era posible. Entre el resplandor se destacaban múltiples puntos negros regados por el asfalto; eran los cuerpos de aquellos que habían muerto antes, masacrados sin piedad.

Todo había sido tan súbito y violento que cuando intentó reaccionar ya no tuvo oportunidad de hacer nada. Y no es que hubiera podido realmente hacer algo; no cuando eres presa de un grupo de personas prepotentes y trastornadas que no se detendrán hasta saciar sus más…

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La furia roja

Un nuevo artículo de mi autoría para PlataformaCero: un análisis muy introspectivo de todo lo que vi y aprendí durante mi viaje por España.

PlataformaCero

Por Edgardo Villarreal

Desde que tengo memoria recuerdo haber escuchado referirse como «Furia roja» a la selección de fútbol de España, sin embargo, ahora, en este momento de mi vida, me doy cuenta de lo erróneo de esto.

Efectivamente, existe una furia, pero no es la selección de fútbol; aunque sea algo que la gente ni siquiera imagine, la furia española está compuesta, en la gran mayoría de los casos, por personas que ni siquiera han nacido en ese país: gente negra, morena, mestiza, pero que está pintada de rojo por toda esa sangre derramada a lo largo de su vida como inmigrantes; gente que grita apasionadamente, suda y derrama lágrimas, pero que no lo hace por un sentimiento vacuo hacia un victoria deportiva, sino por un sufrimiento real causado por un estado y sociedad que, en el más magnánimo de los casos, muestran indiferencia. Estas personas no sueñan con…

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Fantasmas

Por las circunstancias que sean, todos tenemos fantasmas que nos acosan y nos muestran nuestros lados oscuros.

Tenebris Ficta

 

 

—No sirve de nada que finjas no escucharme. Aquí estoy. Me ves y me oyes —por unos momentos guardó silencio—. Sabes bien que no me voy a ir… Que no nos vamos a alejar nunca de ti.

A través de la puerta de cristal del balcón, miró hacia adentro del departamento. Efectivamente, todos estaban ahí, en los respectivos espacios que habían reclamado como suyos. Volteó de nuevo a la silla que ocupaba su interlocutor.

—Desearía que no fuera así. Que me dejaran en paz. Sin embargo, entiendo que es la penitencia que tengo que pagar por mis pecados.

—¿Penitencia? —una amarga risa rompió su serio semblante, pero se esfumó en unos segundos. Después volvió a hablar con su mismo tono severo—. Deberías de reconsiderar tus palabras; somos una bendición en tu miserable vida. Tus únicos amigos. Sólo nosotros te entendemos. Nadie más.

—¿Acaso bendición es mirar sus desencajadas…

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